lunes, 7 de febrero de 2011

un mundo feliz

un fracmento de un mundo feliz de Aldous Huxley, me puso a pensar realmente, en verdad quisiera comprar ese libro pero no lo e encontrado :(

- ¿Por qué no les permite leer a Otelo?
- Ya se lo he dicho: es antiguo. Además no lo entenderían.
Sí, esto era cierto. John recordó cómo se había estado riendo Helmholtz ante la lectura de Romeo y Julieta.
- Bueno, pues –dijo tras una pausa- algo nuevo que sea por el estilo de Otelo y que ellos puedan comprender.
- Esto es lo que todos hemos estado deseando escribir
- dijo Helmholtz, rompiendo su prolongado silencio.
- Y esto es lo que ustedes nunca escribirán –dijo el interventor-. Porque si fuera algo parecido a Otelo, nadie lo entendería por más nuevo que fuese. Y si fuese nuevo no podría parecerse a Otelo.
- ¿Por qué no?
- Sí, ¿por qué no? –repitió Helmholtz.
También él se había olvidado del desagradable motivo que los había reunido. Lívido de ansiedad y de miedo, sólo Bernard lo recordaba; pero los demás lo ignoraban.
- ¿Por qué no?
- Porque nuestro mundo no es el mundo de Otelo. No se pueden fabricar coches sin acero; y no se pueden crear tragedias sin inestabilidad social. Actualmente el mundo es estable. La gente es feliz; tiene lo que desea y nunca desea lo que no puede obtener. Está a gusto, a salvo; nunca está enferma; no teme la muerte; ignora la pasión y la vejez; no hay padres ni madres que estorben; no hay esposas ni hijos ni amores excesivamente fuertes. Nuestros hombres están condicionados de modo que apenas pueden obrar de otros modo que como deben obrar. Y si algo marcha mal, siempre queda el soma. El soma que usted arroja por la ventana en nombre de la libertad, Mr. Salvaje. ¡La libertad! –El interventor soltó una carcajada- . ¡Suponer que los Deltas pueden saber lo que es la libertad! ¡Y que puedan entender Otelo! Pero ¡Muchacho!
El Salvaje guardó silencio un momento.
- Sin embargo –insistió obstinadamente -, Otelo es bueno, Otelo es mejor que esas películas.
- Claro que sí –convino el interventor-. Pero éste es el precio que debemos pagar por la estabilidad. Hay que elegir entre la felicidad y lo que la gente llamaba arte puro. Nosotros hemos sacrificado el arte puro y en su lugar hemos puesto el sensorama y el órgano de perfumes.
- Pero no tienen ningún mensaje.
- Sí, el mensaje consiste en emitir una gran cantidad de sensaciones agradables para el público.
- Los argumentos han sido escritos por algún idiota.
El interventor se echó a reír.
- No es usted muy amable con su amigo, Mr.Watson, uno de nuestros más distinguidos ingenieros de emociones.
- Tiene toda la razón –dijo Helmholtz, sombríamente -. Porque todo esto son idioteces. Escribir cuando no se tiene nada que decir...
- Exacto, pero eso exige un ingenio enorme. Usted logra fabricar coches con un mínimo de acero, obras de arte a base de poco más que puras sensaciones.
El salvaje movió la cabeza.
- A mí todo esto me parece horrendo.
- Claro que lo es. La felicidad real siempre aparece escuálida por comparación con las compensaciones que ofrece la desdicha. Y, naturalmente, la estabilidad no es, ni con mucho, tan espectacular como la inestabilidad. Estar satisfecho de todo no posee el encanto que supone mantener una lucha justa contra la infelicidad, ni el pintoresquismo del combate contra la tentación o contra una pasión fatal o una duda. La felicidad nunca tiene grandeza.
- Supongo que no –dijo el salvaje, después de un silencio -. Pero ¿es preciso llegar a cosas tan horribles como esos mellizos?
- Pero muy útiles. Ya veo que no le gustan nuestros grupos de Bokanovsky; le aseguro que son los cimientos sobre los cuales descansa todo lo demás. Son el giróscopo que estabiliza el avión cohete del Estado en su incontenible carrera.
- Más de una vez me he preguntado –dijo el salvaje- por qué producen seres como ésos, si pueden fabricarlos a su antojo en esos espantosos frascos, ¿por qué no se limitan a fabricar Alfas-Doble-Más?
Mustafá Mond se echó a reír.
- Porque no queremos que acaben con nosotros – contestó -. Nuestro mundo cree en la felicidad y la estabilidad. Una sociedad de Alfas no podría menos de ser inestable y desdichada. Imagine una fábrica cuyo personal estuviese constituido íntegramente por Alfas, es decir, por seres individuales no relacionados de modo que sean capaces, dentro de ciertos límites, de elegir y asumir responsabilidad. ¡Imagíneselo! – repitió.
El salvaje intentó imaginarlo pero no pudo conseguirlo.
- Es un absurdo. Un hombre decantado y condicionado como Alfa se volvería loco si tuviera que hacer el trabajo de un semienano Epsilon; o se volvería loco o empezaría a destrozarlo todo. Los Alfas pueden ser socializados totalmente pero sólo a condición de que se les confíe un trabajo propio de Alfas. Sólo de un Epsilon puede esperarse que haga sacrificios Epsilon, por la sencilla razón de que para él no son sacrificios; nunca oponen resistencia. Su condicionamiento ha seguido unas pautas inamovibles. No puede hacer nada que no sea seguir esas pautas. Aun después de su decantación permanece dentro de un frasco, un frasco invisible, de fijaciones infantiles y embrionarias. Claro que todos nosotros –prosiguió el interventor- vivimos en el interior de un frasco. Pero los frascos de los Alfas son enormes. Nosotros sufriríamos horriblemente si fuésemos confinados en un espacio más estrecho. No se puede verter sucedáneo de champán de las clases altas en los frascos de las castas bajas. Todo lo que le estoy diciendo no es sólo pura teoría, además fue comprobado en la práctica. El resultado del experimento de Chipre fue concluyente.
- ¿En qué consistió?- preguntó el salvaje.
Mustafá Mond sonrió.
- Bueno, si usted quiere, puede llamarlo un experimento de reenvasado. Se inició en el año 73 d.F. Los interventores limpiaron la isla de Chipre de todos los habitantes anteriores y la colonizaron de nuevo con una hornada especialmente preparada de veintidós mil Alfas. Se les otorgó toda clase de utillaje agrícola e industrial y se les dejó que se las arreglaran por sí solos. El resultado cumplió exactamente todas las previsiones teóricas. La tierra no fue trabajada como se debía; había huelgas en las fábricas, las leyes no se cumplían, las órdenes no se obedecían; las personas destinadas a trabajos inferiores intrigaban constantemente por conseguir altos empleos, y las que ocupaban estos cargos intrigaban a su vez para mantenerse en ellos a toda costa. Al cabo de seis años se enzarzaron en una auténtica guerra civil. Cuando ya habían muerto diecinueve mil de los veintidós mil habitantes, los supervivientes unánimemente pidieron a los interventores mundiales que volvieran a asumir el gobierno de la isla, cosa que éstos hicieron. Y así acabó la única sociedad de Alfas que ha existido en el mundo....

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